Recuerdo las palabras de mi abuela. En una ocasión me dijo «mi niña, aprende desde ya a disfrutar de las cosas simples, ellas son las que te dan felicidad». En ese momento no lo comprendí, yo quería una bicicleta y no podían dármela.
Eran palabras sabias, hoy lo sé, en aquel entonces me produjo rabia, no satisfacían el deseo de una pequeña que quería un juguete como el de su amiga.
Han pasado muchos años desde entonces, y la vida me ha enseñado cuánta razón tenía mi abuela. Se nos pasa la vida en el intento de obtener cosas que te darán felicidad y una vez que las posees sigues sintiendo la misma necesidad.
También jugaba con cualquier cosa y eso me satisfacía, allí mi imaginación volaba. Esos recuerdos quiero mantenerlos, me hicieron feliz. ¿Alguna vez, jugaron a imaginar figuras con las nubes?
Según mi estado de ánimo, algunas veces eran animales domésticos, perros, gatitos y conejitos. Otras veces eran rostros, era muy divertido, lo que me lleva a comprender que ser feliz es divertirse con lo que haces desde lo simple.
Lo hice con mi hija cuando pequeña, cada vez que viajábamos por carretera. Hoy lo sigo haciendo cuando la ocasión me lo permite y aunque me llena de nostalgia por los recuerdos, también me da paz.
Viene a mi memoria las veces que mis hermanos mayores atrapaban pájaros, colocaban trampas en los árboles del patio de mi casa de infancia. Cuando mi mamá se enteraba, los obligaba a dejarlos libres nuevamente, había pataletas y el ciclo se repetía.
Esto me permitió conocer cantidad de pájaros, y sus cantos. Hoy tengo el placer y la dicha de verlos danzar en las ventanas de mi hogar.
Rreconozco sus cantos, se cuándo es un azulejo o un turpial. Sé además, cuando son recién salidos a la aventura de buscar comida por el tono de su canto y eso me eleva.
Gratitud
Vivo en total agradecimiento cuando me observo en el disfrute que eso me genera. Allí también soy feliz, aprendí que ser feliz es una decisión y no el fin en sí mismo.
La ventana de la sala de mi apartamento da hacia el oeste, pueden ustedes imaginar los atardeceres que me regocijan. Puedo observar los distintos tonos de anaranjados, azules, violetas y grises mientras llega el ocaso.
Esa sensación de plenitud y majestuosidad me embargan. No puedo dejar de mencionar a Adrián, cuando con gozo y asombro disfrutó a sus escasos ocho años de lo que yo hago en mi actualidad, es una bendición. Él ya sabe lo que es el disfrutar de las cosas simples.
Tener la dicha de disfrutar de unos atardeceres espectaculares no es más que la oportunidad de reconocer lo grandioso. También lo sublime de la naturaleza, regalo de Dios. Muchos de nosotros deja de disfrutar en medio de las atribulaciones de la cotidianidad.
Aprender a disfrutar y darle valor a las cosas simples, es aprender a ser feliz. Darse la oportunidad de ver lo hermoso en cada detalle, en cada suspiro y en cada momento que vivimos, eso no tiene precio, eso es vivir.