Este título pareciera contradictorio, pero no lo es, se llama equilibrio. Hace un tiempo creía que el equilibrio era ir por el medio, hasta que esto me resultó muy difícil de lograr. Un día se me ocurrió la idea de que estar en equilibrio era aprovechar la energía disponible. Dicho de otro modo, era saber en qué lado estar para sacar el máximo provecho.
Quizás esto te suene oportunista. Como lo veo no es así. Me sorprendo de lo poco común que resulta decidir en función del bienestar personal. Para muchos es un acto egoísta que los aleja de la compasión, el amor incondicional y bondad que desean experimentar en su vida. Pero mis propias historias me llevaron a crear este inusual punto de vista.
En algún momento de mi camino no había nada en mi vida que se sintiera bien. Todo era desafío en proporciones titánicas y me sentía abrumada, perdida y sin saber qué hacer. Miraba a mi alrededor y me encontraba con sutiles recriminaciones acerca de lo que había creado. O que lo que debía era entrar en conformismo con lo que sucedía. Pero algo dentro de mí decía que había algo más.
Mi mente
Mi mente, que había sido la protagonista de mis decisiones más trascendentales me había llevado a resultados que no quería. Una vida laboral inestable, un matrimonio decepcionante, mis finanzas un desastre y una maternidad retadora, era lo que me impedía confiar en que podía estar mejor. Aunque algo en mi interior no se rendía.
En algún momento me di cuenta que la inteligencia lógica que tanto alababa y que fue el punto focal de mi valor personal no servía de nada para resolver lo que tenía encima. No sabía cómo era posible sentir que salir de esa oscuridad era una opción viable. Hasta que llegó el día en el que hice un pequeño contacto conmigo misma.
Ante mi desafío más grande me pregunté si era feliz y pude responderme con honestidad que no. Eso fue suficiente para ponerme en movimiento hacia lo desconocido, pero que sin duda era mejor que estar parada en donde estaba. Ese encuentro fue intuitivo, mi mente no calculó que lo que vendría después sería la libertad para todo mi ser.
Se presentaron otros episodios más, muy imperceptibles como para llamarlo intuición. Era una especie de certeza ante lo que no podía comprobar, hasta que llegó el momento en donde la vida me empezó a entregar pruebas sobre esa capacidad de captar mensajes aparentemente ilógicos. Fue así que la confianza en mi intuición se fortaleció al punto de que sin dudas me dejo guiar por ella por contar con una sabiduría que mi mente no alcanza.
Adoro trabajar con mi mente, ella me proporciona estructura y seguridad, sin embargo, mi intuición me revela caminos que mis sentidos no logran apreciar. Éste es mi equilibrio, saber cuándo dejarme guiar ¿Qué tanto valor tiene la intuición en tu vida? ¿La reconoces? ¿Piensas que es solo un cuento? Son solo preguntas que conectan con el alma. Recuerda que eres un ser integral hecho de espíritu, cuerpo y mente. Eres quien elige qué conectar.
Hasta la próxima reflexión.