Es casi tabú hablar de alegría en medio de procesos dolorosos. Pues para muchos es imposible vivir una vida normal en medio de la adversidad.
Da la impresión, que si no das lástima 24/7, no te está pasando nada. Pero se nos olvida algo importante: el duelo es diferente en cada persona.
Habrá quien se recluye en el sufrimiento. Otros vivirán el dolor de forma alterna. Incluso existe quien logra vivir su duelo sin que otros lo noten.
Todas estas manifestaciones son válidas todas. Lo importante es que vivas tu proceso según como surja. No como se supone que debe ser para algunos.
Aunque te cueste creerlo, en un mismo día, puedes vivir muchísimas emociones. Eso no le resta celeridad a tus duelos ni alegría a tus celebraciones.
La alegría como fundamento de vida
La alegría es parte del cóctel llamado vida. Si falta la sazón no es la misma. Aflora una sensación de estar incompletos.
¿Esto quiere decir que estarás siempre con una sonrisa? Solo si así lo deseas. Todo depende de cómo quieras vivir tu vida.
Cuando vivo momentos tensos, dejo de reír. Es algo que he descubierto como un reflejo.
No me doy cuenta, hasta que me hijo me pide que sea feliz de nuevo. A veces lo puedo complacer, otras no.
Sin embargo, su requerimiento siempre es un llamado a la conciencia. ¿Qué circunstancias roban mi alegría?
En muchas ocasiones, son urgencias sin relevancia. Situaciones en las que me empeño en ser perfecta a costa de mi disfrute. Que alguien me pida que vuelva a sonreír, me hace cuestionar los motivos de elegir tales circunstancias.
Solo me atrevo a sugerirte que aceptes tu sentir. Si es dolor, cuida tu corazón, date el permiso de fortalecerte y sanar. Si es alegría, exprésala sin culpas. Cada instante es único y todo pasa.
Puede que te encuentres celebración en medio del duelo o viceversa. Es posible, aunque tu mente lo cuestione. Esto se debe a que solo existe el presente y la ambigüedad solo se observa al ver un conjunto de eventos, no el instante.
Chequea lo que está vivo en ti con el propósito de que le des espacio. Hacerlo es un acto de amor, compasión y respeto hacia tu ser. Hasta un próximo encuentro.