La mayoría de las personas son un gigante dormido. Por eso quiero indagar un poco más en el significado de la palabra despertar. Nos encontramos que la definen como “hacer que surja en alguien un recuerdo, un sentimiento, un deseo, una idea, etc., o hacer que se manifieste algo que estaba latente”.
Me gustaría detenerme en esa segunda frase y siento que la podemos seguir ampliando si le agregamos que todo lo que se desea verdaderamente. Como amor, alegría, paz mental, libertad, está disponible para todos los seres humanos.
Solo que algunos ven realizados sus deseos y otros no. Los que lo logran se han dado el permiso de entender el poder de la conciencia humana. Esto por supuesto genera un cambio personal y sobre todo en el despertar del alma.
Un buen comienzo en ese camino del despertar estaría enmarcado en tener como propósito de vida, aquello de “piensa bien y estará bien”. Esta frase sencilla de llevar a cabo pudiera darle un giro de unos cuantos grados, a tu existencia.
Para muchos, este tipo de pensamiento positivo es una ruta difícil de tomar en serio. Pensar positivo suena como el contenido muchas veces inalcanzable que se encuentran en libros de autoayuda o en podcasts que se dedican a vender tópicos con frases decretables para hacer que te sientas bien.
Tal vez te preguntarás si este enfoque no es un tanto peligroso, por aquello de que puede prepararte para una gran decepción en donde si visualizas un resultado excelente y la realidad de ese resultado positivo no se materializa, que podría ocurrir entonces.
Desde el punto de vista psicológicamente práctico, puede haber un riesgo o una desventaja en pensar positivamente. Ya que la persona puede estar preparándose para una decepción enorme si las cosas no funcionan como esperaba. Desde esta perspectiva, imaginar los peores escenarios podría ayudar a evitar el sufrimiento futuro mediante la gestión de las expectativas y a mi modo de ver, esta práctica es el clásico culto que le dan algunas personas al fatalismo para justificar el andar en modo queja constante.
Sin embargo, desde una perspectiva espiritual, y este es el desafío de la fe, lo contrario es cierto. No es que debamos manejar nuestros pensamientos para conformarnos o protegernos de la realidad. La verdad es que, lo sepamos o no, estamos moldeando la realidad en relación con nuestros pensamientos. Es mejor pensar bien.
Hoy les traigo una historia que me encantó y me ha hecho reflexionar sobre ese versículo bíblico donde Jesús dice: “Dejad que los niños vengan a mí”. De ellos se aprende sin uno proponérselo.
El gigante dormido
Recientemente invité a uno de mis alumnos a que todas las mañanas antes de comenzar su jornada estudiantil, diseñara su día. Por su puesto, su cara de asombro dio a entender que no estaba familiarizado con esa práctica; pero su respuesta, no se hizo esperar, ¿qué tengo que hacer?, me dijo. Mi intención realmente era tratar de bajar sus niveles de ansiedad frente a la presentación de una prueba de matemática que le tocaba realizar en pocos días.
El ejercicio era sencillo, aunque creo que lo sencillo estuvo en la mente y el corazón de mi alumno. Tenía que tomarse unos cinco minutos todas las mañanas para diseñar su día. Frente a una gran pantalla en blanco y con el mando a distancia en su mano, iba a verse a sí mismo. Se imaginó riendo y feliz cada día que duró el ejercicio. Se dijo cosas maravillosas a él mismo, como soy inteligente porque me dedico a estudiar y preparar mis materias todas las tardes. Y se vio recibiendo la nota del examen con la máxima calificación, pero se centró en el sentimiento de satisfacción que ello le generaba. Y con ese nivel de gestión personal presentó su prueba.
El gran día del veredicto había llegado. Con una sonrisa en su rostro, me dijo. – ¿A qué no sabes? – lo miré fijamente a la espera de la noticia y con un simple gesto de ¡UFF!, lo logré, confirmaba lo que había diseñado con esmero y dedicación. La máxima nota, diez (10).
Por supuesto, la celebración con palabras de elogio no se hizo esperar, pero lo que realmente estábamos festejando era el hecho de que su gigante dormido se había despertado.
Su día concluyó con una frase que anidaré en mi corazón por siempre. “De ahora en adelante en mi pantalla en blanco, solo veré cosas buenas de mí”. Ha sido un dulce despertar.
Caterina Gravina
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