¡Hola! Deseo te encuentres muy bien. Yo de verdad vibrando alto y sostenido. Me gusta sentirme bien. El tema en esta oportunidad me gusta mucho porque tiene que ver con algo que probablemente significa el éxito o no en muchas de nuestras situaciones de vida: la atención plena.
Te voy a relatar un cuento corto de una experiencia personal que tiene que ver con esto. Quienes escribimos sabemos que existe una especie de animadversión hacia lo escrito. En estos nuevos tiempos de alta tecnología. Y lo sabemos cuando después de colocar un mismo texto varias veces, alguien vuelve y pregunta: ¿Y qué día es? ¿A qué hora es? Y así por el estilo. Por lo general la información está hiper grande, visible y pasan esas cosas. La atención está lesionada.
Recuerdo un taller vivencial que hice aquí en Venezuela. Se llama “El Salto al otro yo”. Y es tal cual su nombre. Realizado por un “chamán urbano”. Y nos llevó por un túnel de experiencias inolvidables hasta nuestro propio yo.
Recuerdo que todo inició con bastante antelación a los días de la actividad. Era una reunión donde nos preparaban para las vivencias que experimentaríamos. Y vaya que tenían razón de hacerla. Porque realmente nos estaban desvinculando de nuestras costumbres, realmente allí comenzaba el taller.
Es una experiencia que se realiza al aire libre, acampando donde nos agarre la noche. Cada actividad de ese taller nos hizo desarrollar un nivel de atención, totalmente inusual. Todo se hacía en silencio. Eso me encantó, especialmente porque hablo bastante jeje.
Pero cada actividad nos llevaba a comprender el nivel de atención que era necesario tener. Sobretodo en algunas actividades donde se nos tapaban los ojos. Nuestros sentidos adquirieron una presencia única.
Nos percatábamos de cada sonido, olor, del movimiento de nuestro cuerpo. Escuchar se convirtió en algo fuera de toda dimensión. Personas que tenían ciertas lesiones en sus rodillas de pronto pudieron caminar largos trechos y jamás se quejaron de dolor alguno. La atención plena estaba en un presente perfecto.
Se nos fue preparando para el evento final. Cada vez más y más atentos. Era verdaderamente algo nuevo. La noche previa al evento final cuidamos entre todos, la llama de la fogata que encendimos para practicar un ritual tribal de purificación. Puedo decir que podíamos ver, oír, oler, degustar, palpar todo.
Y solo estuvimos un día y medio realizando actividades que nos llevaron a estar lo más atentos posible. Realmente hicimos un “Salto a nuestro otro yo” de la absoluta distracción a la atención plena. Terminamos esa experiencia con un compartir delicioso.
Cada alimento lo probamos con un sentido de apreciación totalmente distinto a lo que acostumbrábamos. Todo nos parecía realmente delicioso. Cantamos mantras, pusimos música para el alma. Nos llenamos de atención hacia nuestro Ser. Podría describir cada momento de ese fascinante taller, que deseo algún día puedan experimentar.
La atención plena es fundamental en nuestra vida. Si la practicamos diariamente y nos convertimos en observadores perfectos de nuestro Ser estaremos viviendo una vida plena. Sintiendo el delicioso poder de la apreciación por cada persona, objeto, situación de nuestra vida. ¡Disfrutando cada instante!