Muchos de nosotros como padres pensamos en la recreación como una de las tantas cosas a proporcionar a nuestros hijos. Espacios de diversión, sano entretenimiento. Y si además estas actividades les permiten sumar en aprendizaje, pues se puede decir que llena todas nuestras expectativas, ¿cierto?
Lo entiendo, siempre seguí esa misma línea lógica de pensamientos. Hasta que me di cuenta de que no dejaba espacio para mi propia recreación. En el sentido más amplio de la palabra.
No dejaba espacio para desconectarme. Simplemente disfrutar y recargar energías con aquello que es capaz de llenar mi alma. Estos mismos espacios que son los que te dan la fortaleza, la paciencia y la humildad para sortear adversidades, para ser resiliente.
¿Era esto lo que quería enseñarle a mi hija? Pues no. Disfrutar es parte de la vida y una muy importante. Disfrutar es autocuidado, es amor propio y conectar con la alegría.
Autocuidado
Buscando un espacio que me permitiera esto, encontré uno donde pude reinventarme. Re-crearme como mujer, como ser humano, como madre, como esposa. Me hizo consciente de las muchas formas que me dejaba de última en mi vida. Y al estar consciente pude ver las mil maneras como podía disfrutar sin gastar un centavo. Sentir la brisa correr en mi rostro, observar la luna, escuchar la lluvia caer.
Dejé de posponer hacer las pequeñas cosas que por muy pequeñas me llenan de placer y amor a mí misma, como hacerme el manicure y un pedicura con un buen masaje en mis lindos pies, comerme un chocolate sola y sin culpa por no compartir con mi hija, y así he ido sumando actividades dándome el permiso de desconectar, disfrutar y re-crearme en cualquier espacio.
Así que la próxima vez que pienses en la recreación para tus hijos, empieza por ti, por cuidar de ti, disfrutar darte alegrías, y agradecer lo que tengas en este instante en tu vida, recuerda el ejemplo siempre arrastra más que las palabras. Disfruta que tu hijo te observa. Re-create que nada es inmutable y no ha dejado de mirarte.