“Es muy fácil, se trata de siempre decir la verdad”, así me respondió Mariángel de 8 años al preguntarle que era para ella la honestidad. Estuve pensando al respecto y me hice la misma pregunta. Allí comencé a relacionarlo con el cielo azul cuando está despejado.
Se trata de considerar lo que se siente con cada comportamiento. Y no se refiere a agradar a la sociedad o quedar bien ante los demás. Es más bien un estado de sentirse pleno, íntegro y liviano.
Como el cielo azul
El cielo azul despejado te llena de tranquilidad, lo asocias a abundancia y totalidad, libertad y grandeza. Eso es estar en honestidad. Cuando cada pensamiento tuyo, se alinea con tus acciones y cuando el resultado te hace sentir ligero como una pluma en el aire.
Decir la verdad, como lo definió la pequeña Mariángel. Pero no es la verdad impuesta, es tu verdad. Se trata de tu cielo azul a pesar de las nubes de otros lugares.
Es muy fácil pregonar sobre la honestidad y muy común exigirla a otras personas en un aparente estado similar. Lo grandioso en ver en tu interior, ¿está tu cielo azul?
El reto es ese, es ir desmontado la cebolla capa a capa e ir desnudándote. Descubrir los nubarrones que cubren tu esencia. Es quitar las máscaras que te has impuesto producto de las convivencias sociales.
Aunque la pequeña niña solo cree que es decir la verdad, es más profundo, es sentir como te sientes con cada máscara que la vida te ha dado y que estás dispuesto a hacer para soltarlas.
Es abrirse a la transparencia y ser quién realmente deseas ser. Recordando siempre que cada acción te lleva a un estado de paz.
Solo desde la esencia del amor que está dentro de ti, podrás encontrar tu cielo azul y permitir que los demás lo puedan apreciar.
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