Algo que muchas personas odian el hecho de tener que tomar decisiones.
Y es comprensible cuando se trata de decisiones importantes que pueden marcar nuestra vida. Sin embargo, muchas veces esa aprensión se experimenta también en lo cotidiano. Aunque sean decisiones sencillas para unos, para otros puede llegar a generar mucho estrés o ansiedad.
Entender por qué sucede esto es imprescindible para conseguir que el proceso de tomar decisiones sea mucho más fácil y sencillo. Y que además, nos quede la tranquilidad y la confianza de que hemos tomado la decisión correcta.
En primer lugar, es importante ser consciente de que si nos cuesta tomar decisiones es porque tenemos miedo a equivocarnos. Un miedo que a su vez está alimentado por el perfeccionismo.
Así es que, si eres una persona que siempre desea hacer las cosas de forma impecable, si haces lo imposible por cumplir tus compromisos con otros, o te afecta mucho lo que piensen los demás de ti, entonces probablemente estés tomando tus decisiones desde el miedo. Ya sea el miedo a no estar a la altura, el miedo a no ser capaz o el miedo a ser rechazado.
De todas formas, lo que realmente odiamos no es el fracaso en sí. Sino las emociones de culpa, vergüenza o arrepentimiento que sentimos cuando creemos que hemos fallado.
Estas emociones son una prueba del apego y la necesidad que tenemos interna de que las cosas salgan como nosotros queremos. Porque creemos que sabemos qué es lo mejor para nosotros y para los demás.
Pero esto son solo creencias y cuanto más te aferres a ellas, más vas a sufrir.
El corazón, en cambio, es lo que está conectado con nuestro ser y nuestra esencia, y ahí reside nuestra sabiduría.
De modo que, si entiendes que ya eres perfecto, te perdonas por tus fallos. Sabes que sea cual sea tu decisión siempre será la mejor. Entonces estás actuando desde el amor a ti mismo y eso es garantía de tranquilidad.
Que el miedo no te paralice
Así es que, lo mejor que podemos hacer para tomar decisiones con más agilidad y menos presión es:
- soltar las expectativas,
- atrevernos a tomar acción y
- confiar que si erramos será para aprender. Eso que tú llamas error es justamente lo que tenía que pasar. Aunque ahora no lo veas, te aportará un beneficio mucho mayor del que habrías obtenido si las cosas hubieran salido como tú deseabas.
Finalmente, si escuchamos nuestro corazón cuando estamos en situaciones de confusión, sabremos lo que realmente queremos hacer y estaremos ahorrando tiempo, dinero y energía,
Por eso, permanece atento a lo que siente tu cuerpo. Haz caso a tus corazonadas (intuición) porque en ellas está tu verdadera sabiduría.