¿Qué te sugiere la palabra «orden»?
A mí calma, paz, equilibrio, armonía.
Y ¿por qué nos gusta tanto el orden?
Precisamente porque habitualmente estamos en el polo opuesto, en el desorden. El cual nos genera incomodidad y estrés. Por eso cada día hacemos muchos esfuerzos para mantener nuestra casa ordenada. Sin embargo, es curioso ver como los cajones y los armarios forman parte de un trabajo de revisión mensual o anual, depende de cada uno.
Si te das cuenta en esas acciones se refleja nuestra forma de ser. El cómo se ve tu casa tiene que ver con lo que muestras hacia fuera. Y la cuidaremos más o menos en función de cuánto nos importe el qué dirán.
En cambio, los cajones y armarios tienen que ver con lo que no se ve. O con lo que normalmente no mostramos o escondemos. Son nuestros defectos (o mejor dicho lo que no nos gusta de nosotros mismos) y nuestras emociones más oscuras.
Por eso, ordenar afuera ayuda para conectar con la calma, la paz, el equilibrio, y la armonía. Pero no es suficiente, porque el desorden que tenemos empieza dentro de nosotros.
El desorden externo solo refleja tu caos interior. Y si tu casa está ordenada porque te pasas todo el día trabajando para lograrlo, no significa que estés en equilibrio. Sino más bien en la lucha para que el desorden no se vea.
Como dicen no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia.
Por lo tanto, si tu entorno está desordenado, u ordenado gracias a tu esfuerzo titánico. La pregunta que deberías hacerte es:
¿Cómo me siento yo interiormente?
- ¿Qué emociones encontradas luchan dentro de ti para no salir?
- ¿Cuán perdido (a) te sientes?
- ¿Qué tan controlador (a) eres? y para qué?
Marie Kondo, en su libro «La Magia del Orden» recomienda sacar todo lo que tienes guardado y ponerlo en medio del salón para empezar a tirar lo que no necesitas.
Por lo tanto, la buena noticia es que para llegar al orden antes debes pasar por el desorden y el caos, aceptarlo, mirarlo y entenderlo.
Pero si esperas llegar al orden luchando contra el desorden probablemente te mantengas siempre en una lucha interminable.
Un buen ejemplo son los bebés cuando empiezan a caminar. Primero intentan ponerse de pie con mucho desequilibrio e inestabilidad, pero poco a poco encuentran el equilibrio que les permite dar sus primeros pasos sin caerse.
En definitiva, el caos, el desorden y el desequilibrio no son malos, sino el principio por el que todos debemos pasar para alcanzar el orden, valorarlo y sobre todo mantenerlo.