¿Has sentido alguna vez que te cuesta mucho concentrarte en una tarea?
¿Empiezas el día con una intención y terminas haciendo otras cosas?
¿Sientes que la vida se te pasa volando y no la estás disfrutado como te gustaría?
Si te sientes identificada, no te rindas todavía, hay algo importante que debes saber si quieres que eso cambie.
Vivimos en un mundo donde cientos de distractores externos compiten cada día por llamar tu atención. Carteles, anuncios publicitarios, alarmas, mensajes, etc. Y esto hace que sea increíblemente fácil despistarse, distraerse o desconcentrarse del propósito que teníamos en mente hacer.
El tema es que no siempre somos conscientes de este bombardeo de información sin embargo sí sufrimos las consecuencias.
¿Qué ocurre con todo esto?
Vivimos estresados, sintiendo que el tiempo vuela y que no conseguimos hacer todo lo que nos gustaría.
Nuestros sentidos captan demasiada información del exterior. Eso genera un estrés ciego que dificulta nuestra paz interior y nuestra capacidad de concentración y enfoque en lo que deseamos.
Y ahí llega el problema porque empezamos a frustrarnos y a castigarnos. Pensamos que somos nosotros los que no somos capaces de concentrarnos o de lograr la disciplina para hacer lo que nos proponemos.
La creencia de que no soy capaz de concentrarme y de ser productiva, se afianza cada vez más.
Y a partir de ahí lo único que logramos es que nuestra autoestima baje. Y la imagen que tenemos de nosotros mismos empiece a verse dañada.
La buena noticia es que esa capacidad de concentración o disciplina, sí está en ti
Veamos cómo despertar o recuperar esa capacidad innata que tienes de concentración, pero que tal vez no la has usado como a ti te gustaría.
¿Cómo lograrlo?
Lo primero que puedes hacer es traer a tu mente el recuerdo de una situación donde fuiste exitoso. Tal vez fue un examen aprobado de la universidad o preparar un regalo para una amiga. Si te das cuenta en aquel momento conseguiste lo que deseabas porque le diste toda tu atención y te concentraste en ello. Es decir, que sí puedes.
Si esto no te convence mucho, te propongo un ejercicio, muy sencillo, recomendado por los maestros de la meditación.
Observa cada día una rosa (o cualquier objeto) fijamente durante 1 minuto. Poco a poco vas aumentando el tiempo de concentración. Piensa solo en lo que estás viendo, si vienen otros pensamientos deja que se vayan solos. Si algo pasa a tu alrededor deja que la curiosidad que te nace de mirar se vaya poco a poco.
Después aplica este ejercicio en las tareas que deseas realizar y pon tu atención plena en una cosa a la vez.
Ambos ejercicios te permitirán ir recuperando la confianza sobre tu capacidad de concentración.
Además, aparte de sentirte mejor contigo mismo, descubrirás otros beneficios paralelos, por ejemplo, notarás que de repente tu memoria es mucho mayor, ya que normalmente olvidamos las cosas simplemente porque no les hemos prestado la atención suficiente.
Solo cuando prestas atención a las cosas podrás recordarlas. Todo lo que olvides es porque no lo viviste con atención plena, y más bien lo veías, pero no lo mirabas, lo oías, pero no lo escuchabas, lo comías, pero no lo disfrutabas.
Atención plena es sinónimo de concentración, si te concentras lo vas a disfrutar y lo vas a recordar, y cuanto más recuerdes, mayor será la sensación de haber vivido intensamente tu vida.
Ahora, pon atención plena a lo que has sentido y descubierto con este artículo y compártelo si te ha gustado.