¿En algún momento has afirmado que tal persona o sistema de gobierno lo que le falta es honestidad? O has dicho con admiración ¡qué persona tan honesta!. Es que la honestidad es una cualidad que queremos enseñarles a nuestros hijos o que exigimos de quienes dirigen las políticas públicas de un país, es decir, la esperamos de otros y queremos serlo para nuestro entorno.
Así que socialmente, todos estamos de acuerdo, que es una virtud muy buena. Que genera confianza que parte de hacer lo justo, lo correcto y lo razonable. Aunque todo esto es cierto, hoy quiero invitarte a revisar que tan honesto eres contigo mismo. Que tan justo y razonable eres para ti, y si no lo estás siendo, cómo lograrlo.
Habitarte
Me encanta la autoindagación. Así que la invitación es que comiences por preguntarte si cuando dices sí, ¿es realmente sincero o en el fondo te apetecía decir más no?,
¿Eres razonable contigo mismo, cuando quizás no alcanzas de la manera que te imaginaste cierta meta? ¿O eres implacable y no logras ver ni en el corto ni a medio plazo cómo eso exactamente como sucedió puede servirte?
Aunque parece sencillo, seguramente al principio las respuestas te costarán un poco. Parecerá que quieres dar una respuesta y entrarás en un espiral de pensamientos de las consecuencias, volviendo a elegir lo que inicialmente habías pensado. Pero cuando pones en mute a todo tu entorno y decides habitarte, quedarte contigo, verás cómo las respuestas surgirán más fácilmente y con la mayor honestidad del mundo.
Habitarte te permite estar conectado con tu brújula interior, con el plan perfecto que Dios o el universo (como quieras llamarlo) tiene para ti, porque al ser honesto contigo mismo comenzarás a elegir aquellas cosas que te hacen bien, comenzarás a vibrar en la misma sintonía de lo que te hace feliz, de lo que te hace crecer.
Así que ya no pierdas más tiempo, habítate, empieza a practicar la honestidad contigo mismo y disfruta de lo positivo y poderoso que es comenzar primero por ti.
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