Me gusta definir los conceptos porque con el uso cotidiano de las palabras, casi siempre se nos pasa por alto la esencia del significado.
Algunas de las definiciones de «merecimiento» son:
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Ser digno de un premio o un castigo; 2. Lograr o conseguir lo deseado; 3. Hacer mérito para conseguir algo.
En mi opinión esto va mucho más allá de lo que he entendido hasta ahora. La vida misma es un regalo que merecemos sin haber hecho mérito por ello.
Nos pertenecen millones de células que componen nuestro cuerpo y no hemos trabajado para eso. Al nacer venimos completos, equipados y listos para la vida.
Merecimiento es más que lograr lo que deseo
Si hablamos de merecimiento quizá pensamos en la casa de nuestros sueños o el carro del año, entre tantas otras cosas. Esperamos materializar el fruto de nuestro trabajo.
Incluso, nos hemos sacrificado y no dudo que tengamos derecho a darnos gustos. Pero merecer va más allá de cumplir un deseo o tener lo que se desea.
Todos hemos vivido experiencias en nuestra niñez en las que quisimos expresarnos y los demás no lo apreciaron. Alguna circunstancia dolorosa que percibimos como «castigo», de alguna manera marcó nuestra percepción de no sentirnos merecedores.
Les puedo asegurar que todo lo que vivimos está dentro del plan que el Espíritu diseñó para que logremos nuestro propósito y misión de vida. Este incluye toda la experiencia que necesitamos para aprender.
[bctt tweet=»Lo que vivimos está dentro del plan que el Espíritu diseñó para que logremos nuestro propósito. #ArmoníaF #YoSoyMerecimiento»]Lo hacemos de la forma más sublime, completa y amorosa para aceptarnos a nosotros mismos como somos. Reconocer nuestros talentos y nuestras limitaciones.
Amarnos de manera incondicional en este preciso momento, es el primer paso para abrirnos al merecimiento de todo lo que la vida nos ofrece.
Empecemos a sentirnos merecedores agradeciendo nuestro cuerpo. Este nos permite vivir una experiencia llena de exquisitos sabores.
También de sonidos melodiosos e infinidad de colores. Contemplemos nuestra mente como una fábrica de sueños. Abracemos nuestro espíritu que nos conecta con la parte más sublime de nosotros mismos.
Cuando seamos capaces de comprendernos, cuidarnos y amarnos con nuestras virtudes y limitaciones, se abrirá ante nosotros el merecimiento.
Alcanzaremos todas las cosas que nos atrevamos a soñar y a realizar. No desde los estándares sociales sino, desde el plan diseñado para expresarnos en el cumplimiento de nuestra misión de vida.
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Imagen de KManzela en Pixabay
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