Hoy viene a mi recuerdo aquel viernes en que después de un arduo día llegué a casa. Me sentía muy cansada y decidí pasar el resto del día tumbada en mi cama. En ese momento vino a mi mente «Yo me merezco ser feliz».
Había asociado ser feliz con cansancio y actividades que me generaban mucho estrés y ansiedad. Por supuesto que eso estaba lejos de lo que me proponía.
Además, tuve la asociación de merecimiento con el placer y el disfrute. Cosa que no estaba sucediendo en ese momento y por tanto lo pedía a gritos.
Lejos de descansar, mi mente se ocupó mientras estaba postrada en mi cama. Mis pensamientos giraban en torno a playas, comidas, centros comerciales, descanso y goce. Eso me resonaba y mi actitud cambió.
Sentía que todo lo que hacía era un compromiso grande, pero no conmigo. De eso me percaté mucho tiempo después, dedicaba muchas horas diarias a hacer cosas para agradar y complacer a otros.
Entonces surgió la idea de irme de «vacaciones para descansar» para satisfacer mi deseo de felicidad. Pero que lejos estaba de la verdad.
Planifiqué mi viaje familiar, por supuesto. Estaba muy emocionada conociendo nuevos lugares, playas dominicanas. No obstante, había planificado para mi familia, no para mí.
Y no fui feliz, hubo mucho estrés, contratiempos y cansancio. Comprobé una vez más que había actuado para complacerlos a ellos.
A partir de ese momento, mis pensamientos se hicieron más tormentosos. Mi inconformidad fue en aumento y la insatisfacción me abrumaba.
Fue cuando comencé la búsqueda de lo que implicaba «merecerme ser feliz».
Merezco ser Feliz
Descubrí que mi vida giraba en torno a las necesidades y gustos de los demás. Que mi empleo de entonces era para garantizarme la estabilidad y la vejez. Mucho de lo que hacía no me agradaba.
Pero no sabía cómo desprenderme de esos hábitos. Mi mente racional apuntaba a que eso era lo correcto, pero mi cuerpo se deterioraba cada vez más.
Hoy, después de mucho andar, comprendo que el merecimiento es lo que obtengo a partir de lo que siento y de lo que soy. Entonces comprendí, que me merecía exactamente lo que estaba obteniendo.
Sentía desde la angustia y la responsabilidad hacia otros y me había olvidado sentir para mí, desde mi bienestar. Mi vida está dando un giro, no ha sido fácil desprenderme de los viejos hábitos y creencias.
Actualmente pongo más mi foco de atención en lo que realmente deseo. En lo que me hace sentir cómoda y en lo que siento que es justo para mí, no para otros. Cada día que vivo me convenzo que soy feliz porque me lo merezco.
Ahora camino en pos de hacer lo que me apasiona y en esa medida me lleno de felicidad y es lo que estoy entregando, pues es lo que tengo.
Te invito a evaluar en qué te basas para decidir en tu vida diaria, si lo haces desde el disfrute o el sacrificio hacia los demás ¿Decides para tu bienestar o para la complacencia de los demás?