Cualquier flor, planta o árbol que encontremos en la naturaleza, nace de una semilla cerrada.
Sin embargo, poco a poco, impulsada por el amor y la confianza, se va abriendo y expandiendo en el mundo para compartir con su entorno sus dones y su belleza.
En cambio, el ser humano es la única especie del planeta Tierra que pretende crecer sin abrirse.
¿Cómo dices?
Sí, así es.
Para la mayoría de las personas alcanzar el éxito en la vida significa tener un buen trabajo con un sueldo fijo. O un negocio que le de libertad financiera, quizás una pareja que lo acompañe toda la vida o una hermosa casa en propiedad.
Creemos que tener todo eso afuera nos dará la seguridad, la paz, la tranquilidad y la felicidad que tanto deseamos.
Pero no vemos que la energía que nos mueve e impulsa a conseguir todo eso es el miedo.
Las consecuencias del miedo
El miedo a la soledad, a no ser alguien importante. Tal vez a no tener lo que necesito, a no ser capaz y en definitiva el miedo a sufrir.
Y desde esa energía de miedo y desconfianza creemos que lo que debemos hacer para ser felices es cerrar el puño, agarrar, guardar y acumular.
Al final construimos nuestra vida basada en la falsa creencia de que cuanto más tengamos más felices seremos y más tranquilos viviremos.
Pero la verdad es que cuando tienes más, tu inseguridad sigue estando ahí y se muestra con el miedo a perder lo que tienes.
Al final nos estamos cerrando y limitando, porque crecer y expandirse desde el miedo es imposible.
Lo único que hace el miedo hace es bloquear en vez de fluir y sufrir en vez de vivir.
Por lo tanto, la solución no está afuera. No está en tener más, ni está en aferrarse a lo conocido para no perder. Más bien, en abrirse a lo nuevo y expandir tu mente.
Es importante ver oportunidades donde antes veías problemas y vivir desde la confianza, soltando, fluyendo y sabiendo que todo lo que te llega es para tu bien.
Recuerda, todo lo que nace del miedo, se contrae. Todo lo que está lleno de amor y abundancia, se expande.