piloto automático

Reconociendo la vida en piloto automático

ArmoníaF Team Cartas a la Musa 2 Comments

Definitivamente vivir no es sobrevivir. Es más, quienes optan por resignarse a la supervivencia recomendada terminan negándose a la posibilidad de descubrir la vida y sus encantos.

La supervivencia cuestionada se caracteriza por una mediocridad existencial. También por una infelicidad crónica, una rutina asfixiante. A la cual, sorprendentemente la persona se ha adaptado con la ayuda de la educación oficial y la religión. Pues promete felicidad en el más allá, a cambio de un estoico sufrimiento aquí.

Para sobrevivir no hace falta estar conscientes, tampoco es preciso haberse despertado. Sobra todo trabajo interior y resulta innecesario cualquier intento de autoconocimiento.

La vida del que sobrevive está guiada por el piloto automático. El cual forma parte de los mecanismos de conservación y supervivencia. Está programado genéticamente para ello. No es preciso que aprenda su labor. Sabrá manejar la vida en su versión de supervivencia. Comerá cuando tenga hambre, beberá al sentir sed.

Su consumo estará orientado por lo que la publicidad o la mayoría realiza. Puede incluso conducir un auto sin que la consciencia esté presente. Su escenario oscila entre la acción y la reacción. Se enfada cuando lo provocan, se alegra ante una buena noticia. Su ficticia felicidad depende de la ausencia de problemas o algún estímulo que considera positivo.

Piloto automático

 

La gente manejada desde su piloto automático vive en su zona de confort. Donde practica la reglamentaria rutina que caracteriza el modo zombie de sobrevivencia.

Sus áreas de interés se limitan a la atención de las necesidades básicas. Lo trascendental, el trabajo interior y todo indicio de autoconocimiento es un idioma que no entiende ni le interesa. Su pensamiento es concreto, se trata de producir y consumir. De mejorar el nivel de consumo, de tener un poco más que el resto. Y, a continuación, aparentar tener lo que carece. La gimnasia del disimulo es parte de su normalidad. El estatus reemplazó a su consciencia, se imagina feliz, pero en el fondo desconoce la felicidad.

Los sobrevivientes celebran cada cumpleaños como si todo se encontrara bien. Se felicitan y dan regalos sin darse cuenta de que en realidad poseen un año menos de vida. Y, que el año transcurrido fue desperdiciado igual que el anterior.

A los sobrevivientes les parece normal estudiar lo que no sirve, para trabajar en lo que detestan y con el salario obtenido comprar lo que no necesitan.

También les parece normal vivir así. Ven que el amigo, el vecino y el pariente viven de la misma manera. Habitualmente ellos no se hacen preguntas de fondo. Si alguien se atreve a preguntarles por el sentido de la vida, se molestan o no llegan a entender la pregunta, concluyendo de manera brusca la conversación.

Continuará…

Chamalú

Tomado de Musa, el Retorno de la mujer sagrada

Ver también Aprender a vivir es un arte

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