No has leído mal, tus defectos son un regalo. Aunque has dedicado tu vida a odiarlos y armar audaces planes para hacerlos desaparecer (sin éxito en la mayoría de los casos). Son estos los que te harán humilde.
La humildad es reconocer tus limitaciones para concentrarte en dar lo que amas. Sé que hemos perseguido el concepto de perfección egocéntrica con mucho afán. Una vida sin errores como objetivo.
Pero, en la práctica esto no se cumple. Pues a medida que exista el rechazo de tus debilidades, más difícil se hace el cambio. Porque aquello que atacas dentro de ti, también lo atacarás en los demás.
Reconocer y aceptar tus defectos, te acerca a la compasión. Ya sea hacia tus propios errores y lo que otros cometen. Te ayuda darte cuenta de que para corregir las decisiones equivocadas necesitas del amor y el perdón.
Cuando te observas con humildad, todo lo que surge de ti adquiere valor. Ya no ignoras ninguna molestia y comprendes que cualquier sacrificio es vender tu paz por poco.
Esa contemplación amorosa hacia tus defectos crea vínculos llenos de amor. Recuerda, ataca quien se agrede a sí mismo. Así que una perspectiva respetuosa de tus debilidades puede ayudarte a conectar con otros, si así lo deseas.
Tus defectos son un regalo
Amar tus defectos parece no ser una buena idea. Crees que el esfuerzo, la represión y el castigo modifican los errores. Pero no, hacer esto hiere aún más. También deja a tu mente más confundida. Por lo tanto, nada se puede resolver sin claridad.
Reconoce con humildad y amor tus fallas. No estás aquí para ser perfecta sino para recordar que vivir se trata de amar, sentir paz y plenitud.
Tus defectos son el regalo a través del cual cambiarás tu manera de pensar. Considéralo.
Que juntas recordemos la paz en cada paso.
Ver también Humilde desde la sombra