Todavía hay muchas personas que piensan y creen que no son creativas, y que esa habilidad les corresponde sobre todo a los artistas. Todos podemos crear y lo estamos haciendo siempre.
La creatividad también es resolver problemas, ver cómo llego a final de mes o cómo consigo que mi hijo se coma la verdura, y eso lo hacemos todos cada día.
Pero incluso si nos centramos en la creatividad artística también podemos afirmar que esa capacidad la tenemos todos. Aunque nos cueste creerlo. Lo que sucede es que no dejamos que salga.
El problema es que algo interno nos cohíbe. Por eso, aunque hagamos mil ejercicios para desarrollar la creatividad nunca será suficiente. Así que, no es que no seas creativo/a, es que no puedes porque algo en tu interior te lo impide.
Sí, todos somos capaces de hacer un dibujo, o crear un diseño, o decorar algún espacio, pero no lo hacemos porque metemos el juicio de si es bonito o feo. Igualmente, todos generamos millones de pensamientos e ideas cada día. Pero muy pocos las expresan o comparten con el resto de personas, y solo una minoría llegan a materializarlas.
¿Por qué sucede eso?
Si te das cuenta, de niños todos hemos sido creativos, pero conforme vamos creciendo algo cambia. Primero los niños no tienen miedo a la crítica, y segundo ni siquiera se plantean si lo que hacen está bien o mal, o si es bonito o feo, simplemente lo hacen.
El límite llega cuando aparece el adulto en escena y empieza a poner etiquetas a lo que hace el niño y a emitir juicios de todo lo que ve.
¡Ese dibujo es horrible!, ¡Hazlo más grande, ponle más árboles, píntalo mejor! ¡No te salgas de la raya!, ¡Eso no se hace así! bla, bla, bla.
Todo esto, aunque la intención del adulto sea buena, lo único que consigue es que el niño dude de todo lo que se le ocurre. Así que cada vez se vuelve más dependiente del entorno. De modo que solo sigue adelante si recibe la aprobación del adulto. Y ahí, murió su creatividad.
Con nuestro deseo de ayudar a los niños a hacer mejor las cosas, lo único que conseguimos es cortarles las alas y matar su creatividad para el resto de sus vidas. El miedo a no hacerlo bien, a que no guste a los demás y a que me critiquen en vez de que me alaguen (me quieran), acaba con la voluntad de seguir creando.
Por lo tanto, para recuperar la creatividad, claro que se pueden hacer ejercicios prácticos. Pero, sobre todo, debemos trabajar en nuestra autoestima. También liberarnos de los miedos que nos impiden crear libremente y dar vida a algo nuevo y diferente.
Trabaja en tu interior para que nazca en ti la creatividad de forma natural, recuperes tus alas y puedas volver a crear, solo por el disfrute de crear y no por lo que digan los demás.
Siempre de adentro hacia afuera.
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